Energización rural mediante el uso de energías renovables para fomentar un desarrollo integral y sostenible

Escrito por: Rafael Escobar, Pedro Gamio, Ana Isabel Moreno, Alicia Castro, Víctor Cordero y Urphy Vásquez

Por mucho tiempo, una de las caras menos reconocidas de la pobreza ha sido la escasez energética, es decir, el inadecuado acceso a la energía que restringe el desarrollo de las personas.

A finales de la década pasada se evidenció que la priorización —en el marco de la política energética de los Estados— del abastecimiento de energía a las personas que se encuentran en situación de pobreza resultaba ser un elemento sine qua non para lograr los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM).

La falta de servicios energéticos confiables vuelve casi imposible la provisión de servicios de salud y de educación de calidad, el acceso al agua limpia se limita seriamente y la seguridad alimentaria se ve afectada de forma adversa (International Energy Agency-WEO, 2011). Esta situación es una grave amenaza para lograr los objetivos de desarrollo de cada país, al limitar severamente el alcance de cualquier intervención orientada a mitigar la pobreza y mejorar la calidad de vida de las personas. Por ello, este hecho llevó a muchos a preguntarse si el acceso sostenible a la energía debería considerarse también entre los ODM (Birol, 2011).

En el 2011, la ONU lanzó la iniciativa Energía Sostenible para Todos (SE4ALL, por sus siglas en inglés) con el fin de movilizar a todos los sectores de la sociedad hacia el objetivo de acabar con la falta de acceso a servicios energéticos. La ONU buscó reconocer expresamente el papel fundamental que la provisión de energía sostenible —denominada energización— en el proceso de desarrollo y posicionarla como uno de los elementos determinantes en la lucha contra la pobreza.

Se reiteró la necesidad prioritaria de asegurar el acceso al servicio de energía sostenible para las poblaciones pobres; se instó a que los servicios energéticos ofrecidos en estas poblaciones fomenten la productividad y contribuyan con el desarrollo económico, sostenible; y se recomendó, en tanto sea posible, utilizar e innovar el uso de fuentes de energía renovable, así como difundir tecnologías menos contaminantes y optimizar la infraestructura eléctrica para contribuir con la eficiencia energética, entendida como el uso de una cantidad de menor energía para proveer el mismo nivel de servicio, el que ha devenido en una política global. Finalmente, en septiembre de 2015, los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), que buscan contribuir con la eliminación de la pobreza, lograr la equidad y asegurar la sostenibilidad del planeta, consideraron a la energía como uno de sus ejes primordiales y la declararon su objetivo 7, “Energía asequible y no contaminante”.

Entre todos los países de la región, el Perú es uno de los que enfrenta mayores desafíos y dificultades relacionados a resolver los principales aspectos de la pobreza energética (electrificación rural, cocción limpia y confort térmico). Se observan serias dificultades a la hora de cumplir con objetivos vinculados a garantizar que la energía en zonas rurales sea un factor de desarrollo y mejoramiento de la calidad de vida. Este artículo busca presentar esta problemática y el estado de cuestión para luego proponer soluciones que puedan lograr el acceso universal a la energía en el Perú.

I. Acceso universal a la energía sostenible
En el Perú, el desempeño del sector energético parece ser notable. Así lo evidencian las cifras del Índice de Desempeño de la Arquitectura Energética (EAPI), que mide la sostenibilidad de la energía en términos económicos, sociales y ambientales, con una muestra de 105 países. En el 2016, el EAPI situó al Perú en el puesto 15 a nivel mundial —y en el tercer lugar de América Latina—, superado, en la mayoría de los casos, por países altamente desarrollados.

Sin embargo, al analizar el índice desagregado (crecimiento económico, sostenibilidad ambiental, acceso a energía y seguridad energética), se encuentra que —no obstante el notable desempeño del sector energético peruano en términos del impacto de la energía en el crecimiento económico (primer puesto)— cuando se evalúa el impacto de la energía en el medioambiente el desempeño es apenas satisfactorio (puesto 51°); y en lo que respecta al aseguramiento del acceso universal, el nivel de desempeño se desciende considerablemente (puesto 66°). El Índice de Pobreza Energética Multidimensional (MEPI), otro indicador importante, parte de la premisa de que la pobreza energética tiene una naturaleza multidimensional y, a diferencia de indicadores simplificados de conteo que contemplan variables binarias como tener o no tener energía —ratio de cobertura eléctrica o índice de consumo de energía—, evalúa el grado de pobreza energética enfocándose en medir las privaciones de servicios energéticos que la población necesita para superar sus condiciones de vulnerabilidad.

A la luz de este índice se aprecia que el Perú presenta dificultades significativas para garantizar el acceso a energía sostenible, es decir, para promover la expansión de la frontera eléctrica, garantizar un servicio de calidad en zonas rurales y urbanas, proveer servicios energéticos modernos y limpios para la cocción y la calefacción de ambientes, y en general para asegurar una oferta energética sostenible.

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